PEDRO

MAGAÑA

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Pedro Magaña, 7.411_ML, oil on canvas, polyptych, 5 pieces of various sizes.

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During Classical Antiquity, a direct relationship between man and the sound of the universe was conceived. Music was linked to the cosmic order: the tones were born from the natural proportion and the scales from the universal harmony. Intervals were linked to ideal forms and the sound of the spheres. For this reason, during the Middle Ages music was studied as part of the quadrivium, along with arithmetic, astrology and geometry.

In contemporary society, heir to the processes of secularization of knowledge and specialization of modernity, sound and music are understood as merely physical or cultural entities, detached from the order of the universe and from any relationship between it and the human being.

Against this contemporary vision, Pedro Magaña (born in Mexico City, 1984) revisits the model of Antiquity to question the link between man and the universe through music and sound. Several of the approaches of the project come from Boethius’ treatise (5th century A.D.) On the foundation of music, an extensive compendium of the Greek conception of sound. From these texts, and from a series of projects he has carried out over the years, Magaña created various sculptural works, paintings and drawings in which it is possible to hear the resonance of the universe.

Magaña’s pieces generally feature diagrams and graphic schemes, the result of a translation system created by the artist with which he visually interprets scientific data, such as the spatial location of a cave painting, the resonance of the magnetic field or the chemical composition of a meteorite. These diagrammatic constructions intertwine contemporary science with alchemical and mystical traditions, opening the question of our being in the world from a perspective that also contemplates pre-modern traditions.

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Durante la Antigüedad Clásica se concebía una relación directa entre el hombre y el sonido del universo. La música estaba vinculada al orden cósmico: los tonos nacieron de la proporción natural y las escalas de la armonía universal. Los intervalos estaban ligados a las formas ideales y al sonido de las esferas. Por este motivo, durante la Edad Media la música se estudiaba como parte del quadrivium, junto con la aritmética, la astrología y la geometría.

En la sociedad contemporánea, heredera de los procesos de secularización del conocimiento y de especialización de la modernidad, el sonido y la música son entendidos como entidades solamente físicas o culturales, desvinculadas del orden del universo y de cualquier relación entre éste y el ser humano.

Contra esta visión contemporánea, Pedro Magaña retoma el modelo de la Antigüedad para preguntarse por el vínculo del hombre con el universo a partir de la música y el sonido.


Varios de los planteamientos del proyecto provienen del tratado de Boecio (Siglo V d.C.) Sobre el fundamento de la música, un extenso compendio de la concepción griega del sonido. A partir de estos textos, y de una serie de proyectos que ha realizados a lo largo de los años, Magaña realizó diversos trabajos escultóricos, pinturas y dibujos en las que es posible escuchar la resonancia del universo.

En las piezas de Magaña aparecen generalmente diagramas y esquemas gráficos, resultado de un sistema de traducción creado por el artista con el que interpreta visualmente datos científicos, como pueden ser la ubicación espacial de una pintura rupestre, la resonancia del campo magnético o la composición química de un meteorito. Estas construcciones diagramáticas entrelazan la ciencia contemporánea con las tradiciones alquímicas y místicas, abriendo la pregunta sobre nuestro ser en el mundo desde una perspectiva que contempla también tradiciones pre-modernas.